El malestar en la cultura, el malestar en la educación.

Por ANA BAÑOS, PSICOANALISTA / JULIO 10, 2007

 

TEXTURA

En la película Matrix estrenada en 1999 y dirigida por los hermanos Wachowski, Morfeo abre un estuche que contiene dos píldoras: una azul y otra roja. Pone una en cada mano y las extiende a Neo, al tiempo que dice: “Esta es tu última oportunidad. Después de esto no hay marcha atrás. Si tomas la píldora azul, te despiertas y crees lo que quieras creer. Si tomas la píldora roja te quedas en el país de las maravillas”.

Textura del malestar.
En 1930 Freud escribió un texto de actualidad: “El malestar de la cultura”, ahí anticipa: “el uso de fármacos y drogas para soportar la dureza de la vida. La vida como se nos impone resulta demasiado pesada, nos da hartos sufrimientos, decepciones, desengaños, tareas insolubles. Y para soportarla, no podremos, dice Freud, prescindir de remedios sedantes”.

No todos esos sedantes son químicos. Freud distingue tres tipos: 1) distracciones poderosas que hacen ver pequeña nuestra miseria, 2) satisfacciones sustitutivas, primordialmente el arte y 3) narcóticos que nos vuelvan insensibles al malestar. Cualquiera de estos remedios es indispensable.

El arte en cualquiera de sus presentaciones ofrece, frente a la realidad, ilusiones: ficción, fantasía, anhelo, concupiscencia, belleza.

El arte es inútil, no sirve para nada, “para nada que no sea el goce y eso no es poca cosa. El lazo social que hoy nos une, impone una exigencia permanente de hacer cosas útiles”; aún más, habría que sacarle utilidad a lo inútil. Pasamos por alto, que las grandes experiencias de la vida y de éxtasis surgen precisamente al hacer algo inútil: como poesía, pintura, música, o el amor. 

Es lo inútil lo que suscita la energía vital. La alegría atrapa cuando se hace algo que no produce utilidad.

En estos tiempos las drogas proveen la energía vital que les falta a los cuerpos; algunos sólo conocen el éxtasis en su presentación sintáctica, en sus prácticas con la sustancia química del mismo nombre.

Paul Auster, enfatiza que disfrutar y hacer algo inútil, es lo que distingue a los humanos de las demás criaturas vivas del planeta. Un animal no puede modificar lo que le ha tocado vivir y lo vive. Por ejemplo, la tortuga se comporta como una tortuga, la cucaracha como una cucaracha. Los humanos, esencialmente, no son humanos por compartir una biología, sino por fabricarse estilos distintos de vida. El estilo de las personas se aplasta cuando el Estado introduce psicobiopolíticas, que reducen su condición humana a la pura biología de la especie.

El tercero de los remedios sedantes que Freud señala- son los narcóticos, estos influyen sobre el organismo y modifican su química. Los productos químicos son un tanto más eficaces ya que funcionan como “quitapenas”.

La ciencia produce una tecnología que actúa por vía interna sobre los cuerpos.

Las prótesis químicas ganan terreno día a día, por la acción directa sobre nuestras sensaciones y en particular por la acción directa sobre el sufrimiento. Por ejemplo, esta semana circuló la noticia de las nuevas píldoras de propranol para “eliminar los malos recuerdos”.

La humanidad aspira a la felicidad, los humanos, continuó Freud- “quieren llegar a ser felices y no quieren dejar de serlo, para evitar el dolor y experimentar intensas sensaciones placenteras”. Advierte que la felicidad es un fenómeno no duradero, “solo es posible como un fenómeno episódico”.

El sufrimiento en cambio nos amenaza por tres frentes: 1) desde el cuerpo propio, precario, decadente y mortal que no puede prescindir de los signos de alarma: dolor y angustia, 2) de la naturaleza que es capaz de encarnizarse entre nosotros con fuerzas destructoras e implacables; y 3) de la relación con otros seres humanos.

El tiempo en el que vivimos impone un nuevo imperativo categórico: ¡Prohibido sufrir! El mercado y las innovaciones científico-técnicas, la biología molecular y la farmacéutica se acoplan entre sí y se proponen como la panacea de la felicidad humana. Se ocupan en corregir, eliminar, prescindir, reducir al máximo cualquiera variante de padecimiento del cuerpo humano: dolor, amor, muerte, duelo, envejecimiento, tristeza. La timidez, la soledad, la menopausia, el dolor de cabeza han dejado de llevarse al diván, la tecno-ciencia ofrece como solución una amplia gama de productos en diversas presentaciones: pastillas, bebidas, cremas, prótesis, cirugías, etc.

Para los problemas digestivos: Genoma Lab, ¿tienes barros y espinillas? Genoma Lab, ¿Várices, manchas en la piel? Genoma Lab. La estructura reinante es así: el cuerpo es un problema y la solución está en el consumo, ¡en la compra de un producto para una vida feliz y de bienestar!

El mercado nos ofrece una felicidad ilimitada al costo, ¡claro!, de comprar productos a la mano. 

Existen pastillas para dormir, cápsulas para tener energía laboral y más energía sexual, cápsulas para inhibir el hambre, etc, etc, etc.

La educación es lugar rentable para el mercado y no sólo para la industria de la moda y los artículos escolares (de marcas que los medios imponen), sino también para la industria farmacéutica por el consumo de medicamentos legales que han hecho de las actividades, inquietudes y travesuras propias de la infancia, enfermedades y de los niños normales: niños enfermos.

Tomemos en cuenta que sin lugar a duda estos niños fueron llevados a cursos o gimnasios de “estimulación temprana” desde bebés; si no es que antes la madre siguió programas de estimulación intrauterina (otra ofertas del mercado). Y una vez que crecen sobre estimulados, le toca el turno a los fármacos escolares para mantenerlos sentados, atentos y callados.

Por otro lado, habrá que tomar en cuenta que vivimos en sociedades hiperinformadas, hiperactivas; en ciudades como Monterrey, llenas de hipermarts, donde por cierto, un trabajo no es suficiente. Los maestros tienen dos y tres plazas estatales o federales que cubrir. Los padres también tienen hiper-actividades laborales que cumplir. Entonces, pareciera que para encarar ese ritmo se requiere un plus de energía vital que el cuerpo no tiene. Las prótesis químicas en sus múltiples caras: jugos, pastillas, drogas, dan la energía vital que al cuerpo le falta. Por eso, casi cualquiera (políticos, maestros, policías, médicos, funcionarios públicos) podrían ser tachados por dopaje.

El malestar en la educación.
El lunes 2 de julio, el presidente Felipe Calderón, anunció en nuestra ciudad, próxima sede del Forum de las Culturas, la segunda fase del Programa Nacional de Seguridad: ¡Limpiemos México!. El programa propone tres puntos:
1) rescatar los espacios públicos, 2) Escuela Segura, que incluye acciones para impulsar desde el aula una cultura de prevención del delito y promover un clima de seguridad en el entorno escolar, y 3) Estrategia Nacional en el Programa Nacional Contra las Adicciones.

Entre las acciones a tomar, se pretende realizar a partir del próximo ciclo escolar, pruebas antidopaje en ocho mil escuelas. La Unión Nacional de Padres de Familia (UNPF) pidió al secretario de Salud, José Ángel Córdova Villalobos, que la prueba antidoping que se realice en las primarias sea un examen de orina y no un cuestionario como se propuso.

¡Vaya, vaya! Hasta ayer, en las escuelas sólo se aplicaban exámenes cuya estructura se desplegaba en preguntas y respuestas (abiertas, de opción múltiple, de completar espacio, de correlacionar columnas, etc.). Ante el nuevo aviso, los maestros recibirán entrenamiento para aplicar a sus alumnos una nueva modalidad de examen, cuya materia es un fluido corporal. Los maestros cada vez más dejan de ocuparse de la enseñanza, pues el Estado les confiere nuevas funciones: policías de la salud. Sin duda, las pruebas antidopaje se efectuaran con la orina, pero cabe decir que este programa se dirige a verter dicho fluido fuera del hoyo.
La educación es campo fértil para las políticas de la vida, las escuelas, carentes de programas educativos, infestadas de programas de calidad (programas que surgieron en el ámbito de la industria y la producción en serie), lugar donde los niños normales se tornan en enfermos, sus actos se reducen a conductas -buenas y malas- y en todo ello reina un ámbito aburrido, unificante, isomórfico donde se aplastan las diferencias bajo el peso de la utilidad y las utilidade$.

Para un niño, seguir el trayecto ondulante de una mosca resulta más interesante que la clase que imparte su maestro, pero estos singulares intereses son valuados como “pérdida de tiempo”, “atención dispersa” o “falta de concentración”. 

Las inquietudes sexuales de los chicos producen espanto (en psicólogos escolares, maestros y directivos) y son etiquetados inmediatamente como patológicos. La escuela no es más un lugar en pro de la creación, quizá por eso algunos jovencitos sólo pueden crear procreando, parecería ser una forma de crear algo nuevo, lo que no les saca del problema, sino los refunde más.

El malestar en la educación (que afecta a padres, maestros y alumnos) tiene dos aristas: 1) la objetividad imperante y parámetro suficiente para los procesos de enseñanza-aprendizaje y 2) la exclusión, el amor, el juego, de lo inútil, del ocio, de la imaginación, del terreno escolar. La palabra escuela pasó del griego
σχολή, "eskolé" al latín schola. Ese sustantivo escolé significaba re-creación, diversión, ocio. Hoy las escuelas son sólo negocio. El negocio es la negación del ocio: neg-ocio.

Los Estados modernos despliegan políticas en pro de la vida y estrategias preventivas para la seguridad pública y el cuidado de la salud.

Al parecer, no se advierte que la prevención es una estructura anticipatoria, y como tal, produce, proporcionalmente, lo mismo que pretende evitar.
Los Estados modernos no piensan en individuos, sino en poblaciones en riesgo, por lo mismo no toman en cuenta los cuerpos individuales y sus usos del goce y placer, sino que los reduce a la pura vida nuda, donde un cuerpo pasa a ser igual -en su química y fisiología- que otro de la misma especie llamada humana.

La salud, la enfermedad, la higiene, la sexualidad eran parte de la vida privada, la escuela, de orden público, no se hacía cargo de eso. Las prácticas y usos individuales se suscitaban bajo la protección de la vida privada, no eran temas legislados, ni pertenecían a la esfera pública.

En estos tiempos los humanos hemos sido privados de la vida privada. La vida privada se ha vuelto el paradigma de la vida pública. La salud no puede perseguirse como castigo, la estrategia biopolítica impone el binarismo amigo y enemigo. 

Así se instituyen, por ejemplo, al agua como amiga de la salud; la grasa, las drogas, como enemigas de la salud.

Las políticas de la vida establecen que quien comente delitos contra la salud, es un enfermo, un delincuente, un loco, inadaptado o excluido (cada una de estas figuras son el relato de la ciencia médica, biología molecular, sociología, psicología y política). La ciencia es la que determina el riesgo que corremos y el grado de riesgo en que ponemos a los que nos rodean.

anajbanos@hotmail.com