Textura de la vida privada y de la vida pública (II)


Por. Ana Baños

 

Hemos sido privados de la vida privada, esta se ha constituido en el paradigma de la vida pública. El cuerpo biológico anteriormente albergado y cuidado en la esfera privada no se distingue hoy del cuerpo político.

Los Estados tienen en la actualidad un poder nunca antes visto, un poder sobre la vida. Michel Foucault anunció en 1975 que uno de los fenómenos fundamentales del siglo XIX fue precisamente el nacimiento de biopolítica; es decir, la política incluye ahora vida. La ciencia y la tecnología han puesto al servicio de los gobiernos una capacidad de control, de abandono y de eliminación de vidas como nunca antes.

En la política del antiguo régimen, la muerte es piedra angular. El soberano “hacía morir y dejaba vivir”. Las ejecuciones –en la plaza pública- constituían el acto supremo de afirmación del Rey, el Emperador o el Príncipe. Un poder simbolizado por la espada y que ejercía el derecho sobre la vida de los súbditos en tanto que era capaz de matarlos. Se trataba, por lo tanto, de un poder que sólo se manifestaba como sustracción, el soberano se apropiaba de la vida de sus súbditos para aniquilarlos o para arriesgarlos en una guerra. El cuerpo era instrumento del combate.

Tras la caída de las monarquías y el arribo de los Estados modernos y la democracia se produjo un viraje en la política. El pueblo soberano decidirá ahora ya no sobre la muerte sino sobre el valor o disvalor de la vida en tanto tal: La soberanía “hará vivir y dejará morir”.

La vida biológica se politiza, la genética se torna asunto de bio-política. El objeto directo del Estado es la vida corporal de los hombres y para ello crea la norma, la normalidad. Los hombres quedan sometidos a normas científicas cuya competencia poseen los expertos.

Esos expertos como Sir Francis Crick, co-inventor de la estructura del ADN quien dijo que llegará el día en que: “ningún niño será reconocido políticamente como humano antes de haber pasado cierta cantidad de exámenes referidos a su dotación genética…Si no pasa esos exámenes perderá su derecho a la vida”, vemos una nueva forma de eugenesia ahora biotecnológica.

A diferencia de Crick, Martha Nussbaum, filósofa y docente de la universidad de Chicago, conocida por sus libros: La terapia del deseo, El ocultamiento de lo humano y La calidad de vida, entre otros, narra la experiencia de ser madre de una hija con un defecto congénito: "Mi hija nació con un defecto perceptivo-motor…Se trataba de un defecto lo suficientemente severo como para que cualquier madre hubiera optado por un arreglo genético”.

Martha Nussbaum no le impuso criterios de “calidad” a su hija para amarla: “No sólo no me gustaría haber tenido otra hija, sino que ni siquiera me habría gustado arreglarla…Me gusta mi hija precisamente porque es inusual. Y con toda seguridad no deseo un mundo donde todos los padres arreglen a sus hijos de manera que nadie sea un raro, y eso aunque todos sabemos que la vida de los raros no es fácil".

En cambio, en la india hay una “crisis nacional”, la situación empeoró desde el 2003, cuando se introdujeron en forma masiva las ecografías, que permiten determinar el sexo de los embriones, y las nuevas técnicas abortivas, que empujaron a muchas familias a interrumpir embarazos al saber que eran niñas. Esos son algunos de los avances de la biopolítica en sus bodas con la ciencia y la tecnología en el terreno de la reproducción humana.

En aquel país se practican 2,5 millones de abortos y asesinatos de niñas, pues en aquella cultura las hijas son una carga. Para muchos padres, el infanticidio o simplemente dejar morir a sus hijas es preferible a pagar una dote a la familia del novio en el momento de pactar el matrimonio, costumbre que se conserva en ese país, donde es el hijo varón el que perpetúa el linaje, hereda la propiedad y cuida de sus padres en la vejez. Asistimos a una actitud posmoderna ante la amenaza que esos padres –padres, madres futuras abuelos desamparados- fantasean por carecer de un hijo varón que se hará cargo de ellos en la vejez, así dan la amenaza por cumplida y se anticipan a ella, la “previenen matando” a quienes no los atenderán en su vejez: las niñas, por nacer o nacidas, según ellos.

Hannah Arendt señala en Los orígenes del totalitarismo, que si los nazis pudieron matar a 6 millones de prisioneros fue debido a un artificio “legal”, tecno-político con el cual se fabricó un especie humana semejante a otras especies animales, una forma de seres vivos desplazados del género humano.

Para los nazis el dato biológico, la sangre, se consideró directamente un dato político y todos aquellos que suponían una amenaza para la pureza nacional fueron borrados de la faz de la tierra, entre ellos: judíos, locos, deformes, delincuentes y todos los que aún siendo alemanes se opusieran al sistema. Lo humano se pierde cuando es reducido a un cuerpo biología, a una fisiología orgánica, a patrones de información genética a biología molecular.

Hoy se ha traslapado vida privada y vida pública ya no tenemos los elementos para distinguir entre la vida como especie y forma humana de vida. De forma tal, que experiencias que tiempo atrás se consideraban políticas, van quedando confinadas cada vez más a nuestro cuerpo biológico. Por ejemplo, la identificación dada por un nombre y apellido, aún aquella dada por la credencial con fotografía, quedan reducidas con la biopolítica a un dato biológico.

En agosto de este año se difundió que la identificación ya no pasa por la firma, por el nombre, ni el pago con dinero (sistemas simbólicos), sino por el sistema vascular. En Japón los empleados cobran y gastan su sueldo con las venas de sus dedos.

La identificación para autorizar los cargos se realiza de forma biométrica. La estructura de los vasos capilares de los dedos es única y no se modifica con el tiempo, además tiene alto grado de seguridad, dado que las venas están en el interior del cuerpo y no en la superficie, no es difícil falsificarlas o reproducirlas artificialmente. Las venas, parte de la anatomofisiológía corporal, se convierten en el medio de identificación y en llaves para cajeros automáticos, computadoras, aeropuertos, automóviles, casas o edificios corporativos.

Por el otra parte, las experiencias privadas se presenten de golpe fuera de nosotros, expuestas en tanto que pertenecientes al campo político. Por ejemplo el ejercicio de la paternidad. (Ver Textura de la vida privada y de la vida pública I)

Zoe y bios
En el libro La Políticade Aristóteles encontramos que los griegos tenían una doble vida. Distinguían con claridad entre Zoé y bios.

1) Vida privada, Zoé que implicaba el simple hecho de vivir, común a todos los vivientes (animales, hombres o dioses) y 2) biós, que significaba para los griegos su “forma de vida”, “estilo de vida”, forma propia de cada uno o de un grupo de vivir, es decir, de vida política que hoy se ve reducida a la Zoe. Ojo: este término biós no se refiere al bios de la biología.

La vida hace tiempo que dejó de ser considerada como un regalo o don divino; ahora es otorgada, fortalecida y administrada por una ciencia que recibe sus recursos del Estado, quien cumple la función de potenciarla. El ingreso de la Zoe en la esfera política fue el núcleo de la biopolítica a partir del siglo XIX. La vida biológica se estatalizó y hoy se gestiona, asegura y protege políticamente.
Para Agnes Heller: “la biopolítica se organiza en torno a la pretendida armonía de dos valores: la libertad y la vida”. La libertad en el sentido de la autonomía del cuerpo y la vida en dos sentidos: como biología y como vida sana o salud del cuerpo..
En momentos de alta tensión entre la libertad y la vida, la biopolítica ha dado prioridad no a la libertad sino a la vida biológica. Optar por la vida contra la libertad ha sido una desviación drástica de la herencia moderna, para muestra un botón: el actual conflicto del aborto es un conflicto que se organiza en el marco de la biopolítica.
Existen dos grandes posiciones: los movimientos pro-vida y los movimientos pro-elección.
Los pro-elección se inclina por la libertad de elección de tener o no al bebé (en el sentido de la autonomía de una mujer respecto a su cuerpo, pues es en su cuerpo donde el feto se gesta) y protegen la vida y el cuerpo de la madre. Los grupos pro-vida toman partido por la vida del feto, promueve el valor de la vida biológica del no-nacido (en el sentido de la supervivencia del feto).
Para la biopolítica el cuerpo no es compatible con la muerte, cuando esta llega, el cuerpo decae. Al cuerpo hay que mantenerlo con vida y sano.
La biopolítica tiene como función principal la producción, aumento y optimización de cuerpo y de la vida. Ya no es un poder negativo (de muerte) sino el ejercicio de un poder positivo sobre la vida.

El objeto de la política no es ya una forma de vida sino la vida misma. Recordemos la película “Mar Adentro”. Ramón San Pedro solicita al estado Español autorización para suicidarse, pues su vida –tras un accidente en el que queda parapléjico- ya no es una forma de vida humanamente vivible y el Estado se lo niega.

La vida se preserva. Los estados modernos se ocupan de la vida en su realidad biológica. En la medida que los estados modernos no existe fuera de los cuerpos de los individuos que lo componen, es política de Estado asumir como fin principal la prevención, protección y seguridad nacional contra: inclemencias y fenómenos naturales (inundaciones, huracanes), terrorismo, el narcotráfico, las epidemia y pandemias.

Continuará...

anajbanos@hotmail.com