Textura de la paternidad

 

Por ANA BAÑOS

 

“Dona madre canadiense óvulos a su hija” Una canadiense, Melanie Boivin de 36 años, congeló algunos de sus óvulos para que puedan ser usados en el futuro por su hija de siete años, quien no podrá concebir por un problema genético. Si la niña elige quedar embarazada empleando óvulos de su madre, estará dando a luz a un medio hermano biológico. Boivin, en tanto, se convertiría en madre y abuela a la vez.

Actualmente las llamadas crisis de la familia, de la paternidad y crisis de Estado consisten en la alteración absoluta de los modelos de referencias. La alteración sensible que la tecnociencia introduce en las formas de reproducción, modifican la paternidad. Entendemos paternidad como la función que despliega sea una madre o un padre, los dos son padres de un hijo. Esa alteración genera una gama de respuestas en el orden de las inhibiciones, síntomas y angustia que pueblan la vida subjetiva. 

La postmodernidad en que vivimos instala una nueva forma de subjetividad, donde el cuerpo humano se reduce a datos biológicos y químicos. 

Hoy, la vida subjetiva está sometida a tres leyes: 1) la ley del bienestar, 2) la ley moral y 3) la ley del deber que obliga a cumplir todos los imperativos categóricos.

La ley del bienestar. El “bienestar” se torna es una máxima de la felicidad. En los medios masivos proliferan los consejos por parte de los especialistas (médicos, nutriólogos, pedagogos, psicólogos) sobre salud y bienestar. La salud ya no es más una ausencia de dolor o un cese de la enfermedad gracias a la cura (definición médica), ahora es totalizante, sin falla, la salud es la felicidad en la tierra, y ser saludable es sinónimo de satisfacción plena.

Jeremy Bentham, el padre del utilitarismo, definió la ley del bienestar, la fundó sobre “la felicidad para todos”. Es el mismo principio democrático. Un bien que se define por lo útil para… por el interés de… Pero con el "bien" hay que andarse con cuidado, la historia nos enseña que los amos desde Hitler hasta Bush se presentan defendiendo su causa, quieren “el bien de todos”. Y en nombre de ese bien, lo que se siguen haciendo es el mal. El soberano bien no existe. 

La segunda es la ley moral: si se quiere evitar el dolor, la enfermedad o el displacer entonces habrá que cumplir la regla de seguridad, de prudencia y de mesura. Así pues “si tomas que sea con medida”, “di no a las drogas”, no mientas, no robes, no cojas, no abortes, no te muevas (aunque hoy en el ámbito escolar para no moverse se recetan drogas). 

La tercera es la ley del deber, que obliga a quedar sometido a todos los imperativos categóricos. Debes hacerlo… porque ¡debes! Hay que cumplir la ley por la ley misma. 

Y en estas condiciones actuales ¿cómo vivir una vida en términos deseantes?

Según Giorgio Agamben, hemos pasado del régimen del Edipo y sus “complejos” a un régimen de policía estatal respecto de la sexualidad, el erotismo y el control de los cuerpos y el uso de placeres.

La palabra complejo viene de complexus, participio pasado decomplecti que significa enlazar.

El complejo de Edipo enlazaba cuatro elementos: el padre, la madre y el hijo en el juego del amor y del deseo.

El complejo de Edipo es un mito freudiano que el mismo Freud introdujo para deserotizar las referencias a la vida sexual en un momento de tensión álgida y evitar así el escándalo periodístico, que en ese momento habría desacreditado al naciente psicoanálisis. Hablar abiertamente de sexo en la Viena de 1910 podía ser considerado como un delito penal. El pintor Egon Shiele, por ejemplo, fue acusado por ofensas a la moral y encarcelado por ese motivo, a causa de la circulación de sus dibujos calificados por un juez como “indecentes”. Durante el juicio uno de sus dibujos eróticos fue quemado. 

Para Freud, la sexualidad era lo que hacía lazo con otro y generaba la historia de la humanidad. Las zonas erógenas (erógenas incluye el nombre de eros) no son puntos biológicos, sino bordes de un cuerpo que genera modos de vinculación con otro y por eso se establece ahí algo de la sexualidad. 

Eros es el dios griego, hijo de Penia y Poros, es el amor-deseo. El amor junto con el deseo que lo habita es una apuesta, quizás la última apuesta del mundo humano.

DE LA COMUNIDAD A LO SOCIAL
La sociedad actual es producto de una larga transformación, que va desde el espacio de “la vida en comunidad” a un invento del siglo XIX que llamamos “lo social”, ese tránsito suscitó también cambios en el trabajo, la familia, el matrimonio, la paternidad-

El trabajo daba estabilidad, hasta hace poco tener una planta laboral era garantía de estabilidad familiar. Las plazas se heredaban de padres a los hijos. Hoy, no importa los años de antigüedad, la experiencia nos ha sido expropiada, cualquiera puede ser removido, sustituido, en el momento en que ya no sea útil o conveniente.

En momentos de inestabilidad social, la única referencia segura era la familia.
En familia se organizaba: 1) el cuidado de los niños, 2) se sostenía la economía y 3) se daban los lazos de gratitud y deuda. Hoy la familia sucumbe ante la decadencia de la imago del padre, el celibato de las mujeres y los divorcios a la orden del día. 

Muchas mujeres se preguntan si tiene atractivo filiarse a un hombre para armar una familia. El matrimonio era una sagrada institución, convenio legal, que velaba por la preservación de la especie, de las grandes herencias y de los apellidos. Hoy no queda nada de eso. No hay grandes herencias que cuidar, ni títulos nobiliarios que portar, ni nombres de abolengo y de la especie se hace cargo la biotecnología. Para hacerse un niño hoy no se requiere ni casarse, ni meter el cuerpo, ni “conocer” hombre. 

Vivimos bajo el predomino de una concepción científica de filiación que sustenta que la paternidad es una cuestión de biología celular. 

Lo social ha generado la pérdida de los lugares parentales y referenciales: el ejercicio de la paternidad ya no se deja al arbitrio de los padres. Pero hoy hay una sustitución del hijo por el niño y los que saben del bienestar del niño son los especialistas: pedagogos, psicólogos, el juez. Pareciera incluso que la cuestión es proteger a los niños hasta de sus padres. 

ETIMOLOGÍA DE PADRE E HIJO
La palabra hijo proveniente del griego filéo que significa “amar”, luego pasó al latín como filius y evolucionó en fillo, que se conserva aún en algunas lenguas. Siguiendo la pista, una acepción de hijo sería “el amado”. La “f” de fillo desapareció en el castellano mientras que en italiano y portugués siguió intacta (-esp. “hijo” - port. “filho” - it. “figlio” - lat. “filius”).

La palabra padre nos vino del latín pater, es una palabra que se ha mantenido invariable durante más de tres milenios, sin embargo la realidad que ella nombra ha cambiado de forma sustancial

Antaño padre no era el que engendra, que es el sentido que hoy tiene, sobre todo cuando se habla de “pruebas de paternidad”. Hubo un tiempo en que el sólo hecho de engendrar no derivaba obligaciones, ni el sólo hecho de ser engendrado constituía al nacido en acreedor de derechos respecto al engendrador. La paternidad se jugaba de otra forma, no implicaba una relación biológica sino social y religiosa, ligada a conceptos de poder, autoridad, respeto.

El asunto de la paternidad era la filiación con fines de sucesión. Un padre entraba a la paternidad al ceder su lugar de hijo a su hijo. Pater era aquel que había elegido a un heredero.

En la Roma antigua, un niño recién nacido era depositado en el suelo delante de aquel que la madre decía era el padre, si éste lo reconocía como su hijo, lo alzaba en brazos, al tiempo que decía “este es mi hijo”, era una especie de adopción pública. Sino lo aceptaba lo dejaba en el suelo y así otro podría alzarlo en brazos. La paternidad entonces no era una cuestión genética sino un acto jurídico, cívico. El linaje era dado por el apellido del padre, lo cual le daba a una genealogía. La paternidad era una filiación en términos políticos e inscribía al hijo en una determinada historia y estructura familiar. 

LA CIENCIA CREA NUEVOS OBJETOS QUE CAMBIAN NUESTRA REALIDAD.
Jacques Lacan afirmaba que la ciencia actual se caracteriza por crear nuevos objetos que cambian nuestra realidad en aspectos tan esenciales como la reproducción de la especie humana. 

Hasta hace poco la incertidumbre era característica de la figura del padre. Se decía: pater semper incertus. En otras palabras:“hijo de mi hija nieto, hijo de mi hijo, quién sabe”. La paternidad efectivamente era una cuestión de fe. Por eso las religiones se organizan en torno a un padre. Y la fe era una práctica del amor que llevaba al padre. La alteración sensible que la tecnociencia introdujo en las formas de reproducción, modifican la paternidad.

Con frecuencia encontramos notas como la siguiente: 
"Mujer británica dará a luz a un hijo que será su nieto". “Una inglesa de 51 años se ha convertido en la primera madre potencial sustituta del Reino Unido, tras quedar embarazada y estar esperando a su propio nieto. La noticia alegró a su hija Suzanne, de 21 años, quien será madre genética del bebé, ya que no puede tener niños. Suzanne recurrió a la ayuda de su madre para poder engendrarlos".

¿Se preguntarán entonces los hijos quién es la verdadera madre dando por sentado quién es el padre? Hoy todo parece indicar que el viejo adagio jurídico:

"La madre es certera y el padre es incierto" pasó a la historia, resulta que la madre hoy también resulta incierta.